Introducción
Son contados los libros que se encuentran, al menos en la gran mayoría de bibliotecas universitarias de por aquí, acerca de la etapa final de la época colonial en Honduras. Más específicamente, acerca de su base económica y cómo ésta de alguna forma influenció el poder y mando político en las zonas de la entonces provincia de la Capitanía General de Guatemala. El interés económico primordial por parte de los españoles, y sus sucesores, fueron los minerales, por lo que trataron constantemente de encontrar sitios aptos para la explotación y substracción de metales preciosos; dichos que en Europa eran codiciados, pero en América los nativos desconocían de ello, a pesar que constantemente los empleaban en ritos y otras actividades, por ejemplo.
El autor del libro a continuación es Luis Pedro Taracena, historiador guatemalteco que ha realizado diversos trabajos de la historia centroamericana, siendo éste sólo un ejemplar de ellos. De una forma vasta, pero también explicativa, Taracena nos explica como la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa se convirtió en un escenario de ambición para los extractores de minas y su objetivo de obtener el poder político para controlar de forma eficaz el comercio minero. No por algo, el libro se titula Ilusión minera y poder político: La Alcaldía Mayor de Tegucigalpa en el siglo XVIII. Aunque se debe aclarar, por cierto, que el libro toma muchos momentos de los inicios de la Colonia en Honduras.
La ilusión minera y el poder político en la Alcaldía Mayor
El explorador estadounidense William V. Wells, en sus andanzas por Honduras en búsqueda de suelos aptos para la minería a mediados del siglo XIX, aseguró que Honduras “posee una riqueza minera significantemente importante, pero que a la vez resulta infructuoso para muchos”.
Se podría numerar 3 variables: determinación política, capacidad financiera y esfuerzo minero, todas vitales para el funcionamiento de este escenario. La Alcaldía Mayor de Tegucigalpa se ubicaba en un territorio montañoso y quebrado, teniendo límites que todavía siguen sin ser claramente definidos; en alguna ocasión se pensó que llegaba hasta el Cabo de Gracias a Dios. Algunas de estas imprecisiones dieron origen, indica el autor, a conflictos entre Estados. Taracena también explica que la frontera era de difícil penetración debido a accidentes geográficos y amplios bosques. En muchos de estos sitios habitaban nativos, como los Miskitos, Pech, Patucas y Xicaques. No era extraño observar incursiones españolas para convertir a estos indígenas en mano de obra forzada que, como veremos, trabajaron en las minas. El sueño minero, no obstante, pareció ser un sueño frustrado, una especie de pesadilla.
En la primera mitad del siglo XVI, se llevó a cabo una explotación importante del oro y la plata, ambos con auge y decadencia. Poco a poco el potencial se fue agotando. Los descubrimientos en otros sitios, como Perú, dejaron a Honduras como una región de segunda opción, antes que se volviese a activar el interés en ello. A la postre, junto a las zonas de explotación mineral, comenzaron a aparecer los primeros asentamientos. En un inicio eran de defensa militar, pasando posteriormente a convertirse en poblados, en condiciones precarias mayormente. Varios fueron los intentos que siguieron a una reorganización en el territorio y jurisdicción. El conflicto por el poder entre los españoles fue la mayor preocupación que se dio en los asentamientos en Honduras. La mayoría de estas luchas eran con el afán de obtener el manejo de la zona minera en cuestión. Este discurso colonial coincidía con los intereses del momento mercantilista que en aquel entonces vivía Europa, una idea que se mantendría lo largo del siglo XVIII.
Para la década de 1560, se presentaban indicios de agotamiento en los ríos y dificultades para encontrar mano de obra, sustituyendo a los indígenas por los negros, que encarecían los costos; esto coincidió con las modificaciones de las Leyes Nuevas de Indias en 1542, que pretendió mejorar la condición de los indígenas de la América española mediante una revisión del sistema de encomienda. Las exploraciones, no obstante, siguieron, conduciendo a un hallazgo de plata en la zona de Tegucigalpa. Este momento fue cercano a la preocupación de la Corona española de instaurar un juego de equilibrio, para centralizar las principales decisiones. Los factores eran varios, desde el vasto territorio y las constantes guerras con Francia y otros países europeos hasta la costumbre del derecho administrativo colonial y las ya mencionadas Leyes Nuevas.
El 22 de junio de 1579 se establece la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, por orden de García Valverde, presidente de la Audiencia de Guatemala, posterior al rápido descubrimiento de las minas de plata. Esta importancia minera fue la motivación para otorgar autonomía administrativa al Real de Minas de Tegucigalpa y convertirla en Alcaldía Mayor. Aunque esta no era una autonomía plena, pues se encontraba sujeta a la Gobernación de Comayagua en término militares y de justicia, así como a la Audiencia de Guatemala en plano de asuntos de hacienda. Esto permitía una injerencia en los asuntos locales. El nombramiento del Alcalde Mayor por la Audiencia de Guatemala ocasionó la disputa jurisdiccional entre ésta y Alonso de Contreras Guevara, gobernador de Honduras.
La producción minera tuvo diversos momentos: un auge de 1579 a 1610, un ciclo constante de ascensos y caídas breves y el aumento poblacional provocado por el espejismo de estos momentos y la expansión agrícola. Un pionero de este campo, Murdo MacLeod, llegó a indicar la importancia del análisis macroeconómico de dichos ciclos, asegurando que en América Central las tendencias aislacionistas y pobre productividad impidieron lograr un sobrepaso de su mediocridad inicial. Este análisis, interesante al juicio de muchos, englobaba dos aspectos: una conquista voraz y destructora y el deseo irrefrenable de riqueza inmediata. De estas salían más aspectos: tecnología primitiva, mano de obra escaza y poco calificada, altos costos, baja demanda, calamidades naturales y fascinación con la producción de monocultivo y exportación. El interés de los colonizadores era un enriquecimiento rápido de un solo producto, siempre y cuando tuviese precios y costos favorables.
MacLeod llegó a la conclusión que la minería no fue un importante rubro de exportación en la América hispana por dichos factores, pero que fue un estímulo apreciable para la vida económica en, al menos, esa provincia. Es más, este desarrollo de la minería logró un cambio de enfoque del Caribe al Pacífico, dejando al océano Atlántico en segundo plano, siendo el lugar donde originalmente los españoles llegaron al continente y donde empezaron a obtener sus primeras ganancias y riquezas. Posteriormente, la población, jurisdicciones e incluso la variedad étnica fueron cambiando en conjunto con el desarrollo de la minería. El caso de Tegucigalpa no fue la excepción.
El caso de la población ha sido difícil de recopilar y registrar, debido a que los procedimientos realizados en aquel entonces estaban regidos por elementos caprichosos, respuestas vagas, muchos descuidos y poca exactitud. Los censos más confiables son los de la segunda mitad del siglo XVIII, donde se demostró que el crecimiento demográfico fue la principal característica. Se pueden deducir algunas tendencias, como muestra la gráfica de abajo:
(Taracena, 1998)
- Hay un primer período entre 1743 a 1778, donde hay un crecimiento relativo de tres mil personas.
- Otra segunda etapa entre 1778 y 1791, con un crecimiento lento.
- Una tercera etapa entre 1791 y 1801, donde hay un crecimiento poblacional mayor al de las otras dos etapas.
Hay que tener cautela a la hora de analizar, pues la población mundial también fue creciendo durante esta época. El autor realiza una hipótesis que hubo estabilidad poblacional y que, hacia la década de 1790, se produjo un crecimiento real. ¿Qué produjo este crecimiento? La mayoría de investigadores coinciden en algo: el factor económico fue primordial, pues en varias zonas aledañas comenzaba la producción de ciertos materiales, como el añil, y la práctica de la ganadería y agricultura. Esta tendencia era algo que también se observaba en Europa, pues las personas emigraban de los campos a las ciudades que lentamente entraban en una etapa de industrialización.
La composición étnica es otro factor que no hay que pasar por alto. A finales del siglo XVIII, el número de habitantes indígenas comenzó a disminuir de forma sustancial, mientras que el de la población ladina – es decir, aquellos que eran mestizos o hispanizados, en su mayoría criollos –, comenzó a aumentar hasta cubrir cuatro quintas partes (80%) de la población en la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa. Los mestizos y los mulatos (que eran combinación de españoles y negros) eran ya una mayoría en los territorios aledaños. Esta distinción provocó que la proximidad cultural y social era una realidad que determinaba los procesos de adscripción a grupos sociales, a pesar de que el sistema colonial pretendió fijar términos étnicos para la clasificación de la burocracia, detalle que se sigue observando, o estelas de ello, en la actualidad.
(Taracena, 1998)
La diferencia entre mestizos y mulatos no está del todo claro dentro de la plebe de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa. Cabe destacar que, dentro del término ladino, también entraban españoles que, debido a su eminente pobreza e imposibilidad de demostrar su ascendencia terminaban siendo considerados como tales. Es muy probable que dicho término en realidad fue utilizado como una herramienta para disminuir el peso de juicios discriminatorios en la realidad social del siglo XVIII. Recordemos que el rol político era importante en aquella época, pues el Estado era la figura que podía o no permitir la aceptación de la movilidad social, que terminó siendo generada por la introducción de mulatos a las milicias, mecanismos administrativos, lento acceso a la tierra y organismos colectivos. Mientras mestizos y mulatos fueron ascendiendo, los indígenas fueron descendiendo. Aunque en los siglos anteriores la caída demográfica del indígena fue muy alta, el caso del siglo XVIII se debió a otras condiciones, como las condiciones precarias y crónicas de hambre existentes ante la escasez de cosechas. El alza de precios, confiscaciones y prohibiciones de las autoridades imposibilitaron las oportunidades de consumo de los indígenas en gran parte. A causa de ello, muchos indígenas trataban de evadir el control español, aquejándose de las cantidades, métodos de contribución y abusos, así como el mismo repartimiento minero, que causaba pérdidas de horas en el trabajo y propias siembras y actividades.
La Corona optó, en el caso de mestizos, a excluirlos de obligaciones y derechos similares. No se les permitía el acceso a funciones administrativas, derechos formales sobre la tierra y poco apoyo en oficios. La dispersión de mulatos, negros y mestizos fue a lo largo del curso de los ríos, haciendo que algunos asentamientos se convirtiesen en caseríos. El caso de la población en la Villa de Tegucigalpa, comparando hombres y mujeres, es de bastante atención. En 1777, había 2,020 hombres en comparación con 2,201 mujeres. Para 1821, año de la independencia política de España, había 1,640 hombres y 2,139 mujeres. No solo la cantidad de hombres se redujo de forma notable, también la población en general, a consecuencia de la epidemia de viruela de 1781.
¿Cómo era la producción? Antes de responder esta cuestión, cabe recordar que Tegucigalpa era una región con una “máquina de minerales y abundancia de resinas”, en palabras del alcalde Pedro Baltazar Ortiz de Letona, pero “con todo es la más pobre”. El comercio era muy limitado, además que el papel del crédito era la base de dicho. El papel de los comerciantes en el financiamiento de extracción de la plata provocó una dependencia de los mineros hacia ellos. José Salvador de Cásares, alcalde en la década de 1740, mencionó que estos comerciantes fomentaban dándoles dinero por interés que les paguen en plata bruta. Daba a indicar una correlación entre pocos habitantes y una tierra no apta para agricultura.
Si hacemos un listado de las actividades productivas y comerciales más comunes de la Alcaldía, obtendríamos las siguientes:
- Presencia de productos importados y otros destinados a la exportación o al consumo interregional.
- Desarrollo de cierto comercio regional de productos agrícolas.
- El papel del crédito en obtención de mercancías y financiamiento de producción.
Las dificultades fundamentales eran:
- El limitado mundo de comunicaciones y transportes, así como obstáculos físicos y suelo poco apto.
- Escasa población.
- Falta de salida marítima para abaratar costos de transporte.
- Bajo desarrollo de mercado interno.
La ilusión minera ocultaba varias cosas: como el peso de la agricultura y vínculo de la ganadería, así como las modificaciones que se producían en Tegucigalpa a lo largo del siglo. Las minas ocupaban un importante espacio, relacionadas con zonas geológicas de relieve montañoso. Algunas de ellas ya habían sido explotadas, y algunos oportunistas seguían cavando esperando encontrar más material dentro para extraer. El caso de la fuerza de trabajo era complicado; se sabe hasta ahora que la especialización laboral no estaba totalmente desarrollada y predominaba una combinación minera, agrícola y ganadera. Aquellas actividades especializadas no ocupaban un gran número de trabajadores, como la molienda. En la segunda mitad del siglo XVIII se produce un declive en el trabajo del repartimiento, dando lugar a un cambio por trabajadores libres. La mayoría de repartidos y trabajadores libres eran acaparados por principales mineros, mientras que aquellos de menor cuantía se veían forzados a contratar trabajadores libres, aumentando más los costos.
Como resultado, hubieron tres grupos mineros: los importantes con caudal y hacienda, los mineros pobres y un grupo disperso de pequeños trabajadores y mineros ocasionales. La contratación de trabajadores libres fue determinada también por el porcentaje de población mestiza y mulata, que obtenían recursos de autosubsistencia, al prestar servicio en minas a cambio de pequeñas partículas de metal. A pesar de ello, la oferta de trabajo siempre fue deficiente. Las constantes quejas sobre la inestabilidad del trabajo, fraudes y robos eran el pan de cada día en la minería, así como la lentitud del trabajo y abandono del mismo. No obstante, dicha actividad ligaba a una buena parte de la población en búsqueda del pago en metal. En este tiempo comenzaron a aumentar los gurrugueses, mineros pobres que se dedicaban a trabajar de forma precaria en minas abandonadas. Dichos mineros fueron motivo de quejas, al evadir del quinto de la plata y robos y destrozos ocasionados por depredación.
La minería terminó siendo consolidada a pesar de los años de contracción de las exportaciones, carestía de moneda circulante, retracción del riesgo mercantil de comerciantes y relativa eficacia de las autoridades. MacLeod asegura que Honduras sin la minería pudo haber quedado reducida a unas pocas manadas de ganado. Por diversos motivos, los historiadores fijan su interés en la frustración de la economía de América Central debido a su poca capacidad de exportación, viendo como los productos entraban en períodos de auge y escasez; si lo vemos de esa forma, la minería colonial en Honduras no llenó dichos requisitos, al ser incapaz de convertirse en una actividad que tuviese la atención de las autoridades y la sociedad. La producción total de la plata fue de 5% por parte de Honduras en toda la América española, cifra pequeña a simple vista pero que indicaba la permanencia de la actividad en la época colonial.
El destino de la plata fue múltiple, siendo la pugna entre autoridades y comerciantes una de ellas, al querer éstos apropiarse de la renta minera. A su vez estaban los ojos de los ingleses, quienes tuvieron un interés despierto en América Central en esta época y el siglo XIX. La reactivación de los canales interprovinciales, la orientación estatal borbónica y el gradual empuje provocaron un nuevo crecimiento en la producción, que provocó que la plata fuese la que integrara a Centroamérica en el comercio mundial, antes de los productos agrícolas. La nueva orientación estatal de los Borbones surgió tras la Guerra de Sucesión española, que dejó los preparativos para el ascenso de dicha familia al poder y considerar la “saca de metales” como base para la prosperidad. No obstante, el comercio ilegal, o sea el contrabando que se basaba en el añil, comenzó a ser un factor cortante de la ilusión minera, sumado a la competencia estratégica por parte de Inglaterra, Francia y Holanda.
En 1739 se dio la mayor recaudación de plata conocida, justo antes de la Guerra de la Oreja de Jenkins, que provocó una baja en producción y las relaciones con España. Esta guerra involucró al imperio español contra el Reino Unido, luego que el guardacostas español La Isabela apresara en costas de Florida al navío inglés Rebecca, que cargaba con contrabando. El pirata Robert Jenkins, quien dirigía este navío inglés de contrabando, fue apresado por el español Juan León Fandiño y le fue cercenada una oreja; dando lugar al nombre de dicho conflicto bélico. Una parte del material minero extraído en Honduras y otras colonias en América fue usada para la fabricación de armamento por parte de los españoles, que se disputaban las zonas marítimas en aquella época contra Reino Unido (Fernández Hernández).
La etapa mineral colonial comienza a entrar en su punto de caída previo a la independencia hacia finales del siglo XVIII. La Corona, que décadas atrás había reformado el sistema tributario y comercial con el ascenso de los Borbones al trono, comenzó a perder notables ganancias del tambaleante fruto minero. Producto de ello, muchos funcionarios nacidos en América (criollos) lograron adquirir las ganancias de la actividad minera. Algunos de estos funcionarios conformaron una especie de élite comercial, que trazaría lazos con ingleses que pusieron severo interés en la zona centroamericana, utilizada como un puerto de contrabando. Este grupo elitista era compuesto no solo de propietarios mineros, sino también de terratenientes, hacendados y poderosos controladores de comercio. A la postre, serían decisivos en la realización de la independencia política de España en 1821, una independencia que terminó diseñando el espacio para la llamada “patria del criollo”.
Conclusiones
Son diversas las conclusiones e ideas finales a las que se llega tras la lectura de este libro. Siendo un relato histórico del ambiente minero en Tegucigalpa, se nos hace un paseo exhausto en el origen, desarrollo y fin de la actividad colonial de la minería en la entonces Alcaldía Mayor, sitio donde se asentó parte de la élite que se formaba en aquel entonces. Se puede sacar estos puntos:
- La extracción de minerales en Honduras se comprende de dos etapas de variantes: una basada en el oro y otra basada en la plata. Ésta última fue la que destacó en Tegucigalpa.
- La actividad minera tuvo períodos de auges y caídas. Lo que resulta preocupante, es que los períodos de auge no fueron aprovechados en favor de un interés general, sino de intereses individuales o de grupos de poder.
- La minería no fue una actividad de provecho para toda la población, pues no todos contaron con la capacidad para sacar los frutos del rubro, conllevando a que hubiesen hacendados y terratenientes con mayor influencia en las minas y que dejaron con pocas opciones a aquellos mineros individuales.
- La falta de un capital abundante, la pobre mano de obra, la deficiente tecnología y la influencia de intereses tanto a nivel interno como de parte externa determinaron la ilusión en que quedó la minería.
- La presencia de mucho material importado y una precaria condición de agricultura y ganadería caracterizaron el comercio de Tegucigalpa. A su vez, un fuerte dominio de los comerciantes que controlaban el crédito.
- Los indígenas quedaron afectados por el pobre estado de sus cosechas, los abusos de los mineros y la persecución realizada por las autoridades fiscales españolas. Tanto así, que su número se redujo de forma exponencial, en medida que el número de los llamados ladinos aumentaba.
La actividad minera hoy en día sigue siendo una actividad bastante complicada de tratar, ahora ya no en manos de terratenientes o influencias españolas, sino de otras partes de un mundo ahora globalizado, como empresas mineras canadienses que obtienen cuantiosas concesiones para la explotación de dichos recursos, que a la postre siguen la línea de una economía extractivista y no productiva.
Bibliografía
Fernández Hernández, B. (s.f.). Crisis de la minería en Honduras a finales de la época colonial. Obtenido de Scribd: https://www.scribd.com/document/180290752/CRISIS-DE-LA-MINERIA-EN-HONDURAS-A-FINES-DE-LA-EPOCA-COLONIAL
Sevilla, J. J. (22 de Abril de 2009). Economía colonial de Honduras. Obtenido de Historia crítica: Blog de Anabella Pérez: https://histounahblog.wordpress.com/economia-colonial-de-honduras-julio-jose-sevilla/
Taracena, L. P. (1998). Ilusión minera y poder político: La alcaldía mayor de Tegucigalpa en el siglo XVIII. Editorial Guaymuras. Obtenido de https://books.google.hn/books/about/Ilusi%C3%B3n_minera_y_poder_pol%C3%ADtico.html?id=utPjk3bgq_QC&redir_esc=y
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