(Corto resumen de la vida del autor)
Ramón Amaya Amador, nacido en Olanchito, Yoro, el 29 de abril de 1916, es uno de los más influyentes literatos de nuestro país. Sus libros – especialmente “Prisión Verde”, “Amanecer”, “Los Brujos de Ilamatepeque”, “Constructores”, “Destacamento Rojo”– son referenciales, tanto por las valiosas descripciones, como por el realismo que para tales fines, se impuso el novelista Amaya Amador, como modelo central de su visión estética de la literatura y de la conducta de un escritor. Trabajador incansable; pero atravesando una situación de pobreza compartida con muchos otros de sus contemporáneos, viajó a La Ceiba en donde cursó su primer año de secundaria en el Manuel Bonilla.
Pero tuvo allí en La Ceiba, cuyo brillo cultural deslumbraba frente a los fogones apagados de Olanchito, para entonces, la oportunidad de aprender los rudimentos del periodismo -desde abajo- recolección de los datos, redacción de las notas, levantamiento de los textos e impresión final del periódico, escuela suya: El Atlántico bajo la Dirección de Ángel Moya Posas.
Ramón Amaya Amador fue hijo de una madre soltera, Isabel Amaya, hija de Felipa Amaya, de oficio panadera y del sacerdote Guillermo R. Amador, originario de Comayagua. En 1907, el padre Amador fue trasladado de la parroquia de San Marcos de Colón a Olanchito. Llegó a su nuevo destino acompañado de su mujer, Gregoria Chavarría Zavala -originaria de El Rosario, Comayagua-, tres hijas (Aurora, Francisco e Isolina), Caya, una sobrina de su mujer y un acompañante que regreso a San Marcos con las bestias en que había trasportado sus necesarias pertenencias. La sociedad de Olanchito, de entonces, recibió muy bien al padre Guillermo R. Amador, quien era atento, conversador y muy dispuesto al ejercicio de los sacramentos. El tema del celibato no era de interés para la feligresía de entonces, en vista que la mayoría de los curas que había tenido la ciudad, lo incumplían públicamente.
En 1909, Gregoria Chavarría Zavala, murió de ataque cerebral fulminante que, según dijeron algunas gentes, había sido provocado por el descubrimiento que había hecho la fallecida, que el padre Amador tenía relaciones sexuales con su sobrina. La crisis, llegó al clímax cuando Caya salió embarazada, presumiblemente por el mismo cura Amador. De este embarazo, nació un niño cuyo nombre no hemos podido registrar. Joaquín Mayorga, fue aceptado como pariente un tiempo después por las hijas del padre Amador (Aurora -casada con Lorenzo D. Cano y padres de Estilita, Juventina, Enma, América y Odesa- Isolina que se mantuvo célibe durante toda su vida, Francisca que no le identificamos descendencia y el propio Pedro Ramón, que tuvo dos hijos Ixel y Carlos) reconocieron como parientes por parte del padre Joaquín Mayorga, educador y secretario municipal de Olanchito, fue el padre entre otros, del destacado y brillante periodista Wilfredo Mayorga, que durante algunos años, vivió en la casa de Aurora y don Lencho Cano. Mayorga siempre recuerda que él vivía en el cuarto brujo, que así llamo Ramón Amaya Amador su dormitorio y lugar de estudio y trabajo. (Red Honduras, s.f.)
En 1941 comenzó una etapa como periodista, empleándose en el periódico El Atlántico de La Ceiba. Comenzó como redactor, escalando rápidamente hasta llegar a ser editor periodístico.
En 1944, escapando de persecución política, huyó buscando exilio en Guatemala, país que lo acoge por los siguientes diez años.
En 1945, Ramón Amaya Amador empieza a publicar semanalmente su novela “Prisión Verde”. Le coloca como subtítulo “Novela Regional” Los lectores la devoran con deleite porque es un alegato en contra de los que venden sus tierras a la empresa bananera que se ha instalado, para entonces, en los alrededores de Olanchito; una defensa de los intereses de los ganaderos, y un aldabonazo a favor de los trabajadores, a los que anima a la organización y al uso de la huelga como instrumento de lucha para defender sus derechos menoscabados por los capataces de la empresa frutera. Formalmente, es además, un discurso contra los oportunistas o “espontaneistas” que menosprecian el valor de la movilización organizada de las masas y el liderazgo de sus auténticos dirigentes.
En mayo de 1957 regresó a Honduras, donde comenzó a trabajar para el periódico El Cronista y fundó la revista Vistazo en Tegucigalpa.
En abril de 1959 abandona de nuevo el país junto con su esposa y: Aixa Ixchel y Carlos Raúl, radicándose en Checoslovaquia. Tomó residencia en la ciudad de Praga, donde trabajó para una revista llamada «Problems of Peace and Socialism’
El 29 de abril de 1916, siendo sus padres Isabel Amaya y Guillermo R. Amador. Falleciendo trágicamente en Checoslovaquia en 1966, dejando a su paso una estela de obras publicadas e inéditas.
Resumen de “Prisión Verde”
Esta novela es sin duda una de las más populares en Honduras, no por la perfección de su arte literario, sino por su valiente denuncia de las condiciones de explotación de los trabajadores hondureños por parte de las compañías bananeras norteamericanas. Su autor, Ramón Amaya Amador, quien trabajó por un tiempo en los campos bananeros como regador de veneno, al ingresar en el periodismo decidió denunciar las condiciones de explotación que él presenció de primera mano, lo que le ganó la antipatía del régimen dictatorial de Tiburcio Carías Andino quien defendía los intereses de las bananeras por lo que tuvo que salir exiliado del país.
Ramón Amaya Amador hace uso de su experiencia en los campos bananeros para elaborar su novela. El propósito del autor más que hacer un aporte literario es crear una conciencia política que produzca un cambio social que mejore las condiciones de vida de los trabajadores hondureños.
Los campos bananeros son descritos en la novela como una “prisión verde”, por la misteriosa atracción que ejercen sobre los trabajadores que viven ahí, quienes a pesar de ser explotados y vejados en ellos, sienten el impulso a quedarse trabajando ahí a pesar de todas las dificultades.
Amaya Amador empieza su relato en el ambiente de una de las oficinas de las compañías, en la que un “jefe gringo” —Mister Still— intenta convencer al terrateniente Luncho López para que le venda sus tierras a la compañía bananera. En su intento para convencerlo le ayudan dos amigos de López: Sierra y Cantillano, quienes ya vendieron sus tierras e intentan influenciar a su amigo para que haga lo mismo, pero él se rehúsa tercamente.
Después de la reunión con los terratenientes, aparece en mala facha el señor Martín Samayoa, quien después de haber derrochado el dinero que le dio la compañía por su terreno, buscaba la ayuda de Mister Still para que le diera un trabajo de capataz, pero éste lo despreció y lo mandó a buscar trabajo de peón. Desalentado por el desaire y sin dinero, Samayoa tuvo la suerte de conocer al campeño Máximo Luján, quien lo llevó a vivir a su casa, un lugar miserable en el que vivía hacinado con otros trabajadores de la bananera y le consiguió trabajo como regador de veneno.
El capataz de la compañía, que le dio el trabajo a Samayoa, y para el cual trabajaba también Máximo Luján, era un hondureño que hablaba con acento agringado, porque era tanto su servilismo que quería imitar a sus jefes, con lo que se ganaba el desprecio y la burla de los que para él trabajaban, aunque por razones obvias no se atrevían a decírselo de frente.
En cada episodio del libro siempre hay alguna injusticia de parte de la Compañía que provoca la indignación de los campeños. Aunque no todos tienen la misma conciencia de su situación, hay quienes se han acostumbrado a la opresión, la ven como lo más normal del mundo, y no protestan. Pero el grupo de Máximo Luján va adquiriendo cada vez más conciencia social. En contra de los que proponen la violencia ciega como respuesta a la opresión —como el viejo Lucio Pardo— Luján propone que la victoria de la clase obrera reside en su capacidad de organización, y que hasta que no hayan creado su propio partido político y derribado a la dictadura no podrá haber un cambio en las condiciones de vida de los campeños.
La lectura de unos periódicos obreros, que Luján comparte en tertulias por las noches con sus compañeros, le confirma en sus convicciones revolucionarias y le ofrecen nuevas perspectivas. La muerte de un compañero regador de veneno —Don Braulio— produce indignación y hace reflexionar a los campeños. Frente al cadáver de su compañero, quien murió doblegado por la tuberculosis en plena faena, Luján dice: “Este hombre fue uno de los tantos engañados y explotados. Puso su fuerza vital en las plantaciones, primero con el anhelo de hacer fortuna y, después, por la necesidad de ganar un mendrugo. ¡Se lo comió el bananal! Murió de pie, con la ‘escopeta’ en la mano, sirviendo a los amos extranjeros”.
Sobre los partidos políticos tradicionales: el Partido Nacional y el Partido Liberal, Luján opina que “tienen la misma esencia: oligarquía; padecen la misma enfermedad: demagogia; y sirven al mismo patrón: las Compañías Bananeras”… “En política necesitamos algo distinto al caudillismo tradicional, al compadrazgo, al paternalismo de las ‘gorgueras’. Necesitamos que los anhelos de las masas trabajadoras se plasmen en un ideal político, y este ideal, en un verdadero partido de los trabajadores, partido revolucionario de verdad. Ya no debemos creer en los hombres-ídolos: de sus promesas está llena nuestra historia política”
Las mujeres también son víctimas de la opresión capitalista de las bananeras. La miseria obliga a muchas campeñas a dedicarse a la prostitución. A una mujer del grupo de Luján —Catuca Pardo— el capitán Benítez la viola, la deja embarazada y luego no se hace cargo del niño. Un jefe gringo —Míster Jones— se enamora de Juana, otra mujer del grupo de Luján, pero ésta tiene marido, por lo que rechaza sus ofrecimientos. Ante esto, otro jefe gringo decide mandar a matar al marido para dejarle abierto el camino a su compañero. Luego de un tiempo, Juana hace un acuerdo de sexo regular para el gringo enamorado a cambio de dinero, además de un trabajo como regadora de veneno. Esto lo hizo para ayudar al hijo de Catuca. Juana nunca supo quién había matado a su marido. El agringado capitán Benítez también estuvo involucrado con ese asesinato.
Al terrateniente Luncho López lo convencen para que trabaje como productor independiente de banano, con un acuerdo con la compañía. Luncho López se ilusiona con su nuevo papel de empresario bananero, pero la compañía no le provee de los insumos acordados y le hace caer en la ruina. Ahí se da cuenta que lo engañaron para hacerlo caer en la quiebra para forzarlo a vender su propiedad. Pero López aun así se niega tercamente a venderles. Ante esta negativa, el gobierno nacionalista interviene, y amenaza quitarle sus tierras por la fuerza. Luncho López muere de tristeza, porque él había sido un gran defensor de la dictadura nacionalista. Ahí se dio cuenta de la actitud apátrida de las autoridades del gobierno.
Los otros terratenientes Sierra y Cantillano terminan en la ruina luego de ser estafados en un negocio por Estanio Párraga, un abogado de la Compañía que también era diputado del Congreso Nacional. Estanio Párraga era el abogado que había engañado a Luncho López. Sierra y Cantillano terminan pidiendo trabajo de peones en la compañía, como ya le había tocado a Martín Samayoa.
La situación de los trabajadores empeora cuando suben de precio los productos de los comisariatos, que eran propiedad de la misma compañía. A los trabajadores el gobierno les cobra impuestos para crear escuelas y hospitales, y sin embargo no reciben ninguno de esos servicios.
Cuando muere un conductor de una grúa en un accidente, un jefe gringo se enoja con el difunto por echar a perder la máquina con valor de miles de dólares y grita encolerizado: “¡Mejor se hubieran matado cien desgraciados!”. Esto provoca una gran indignación de los trabajadores que no soportan tantas vejaciones, por lo que deciden ir a la huelga. Y deciden nombrar a Máximo Luján como director de la misma, quien acepta el cargo a pesar de que piensa que la huelga se ha hecho en forma prematura.
Lo que sucede a continuación le da la razón a Luján. La huelga es rápidamente reprimida por los militares. A los compañeros de Luján se los llevan presos, y a él lo matan y lo entierran debajo de una mata de plátano.
El viejo Lucio Pardo, como venganza de la muerte de Luján, a quien le tenía aprecio como si fuera un hijo, hace volcar el motocarro en el que se conducían un jefe gringo: Míster Foxer; dos capataces: Encarnación Benítez y Carlos Palomo; y el coronel que mató a Luján. Todos ellos mueren en el accidente. (Martinez, 2016)
Los jefes gringos quieren dar un castigo ejemplar, y por medio de torturas pretende hacer confesar a Lucio y sus amigos sin lograrlo. Pero los ex-terratenientes Sierra y Cantillano, que no son tan fuertes, confiesan bajo tortura un crimen que no cometieron. Ya iban a matar a Sierra y Cantillano cuando Lucio Pardo, con el fin de liberar a los inocentes, se presenta ante sus verdugos para confesar que él fue el autor del atentado. Lucio Pardo muere ahorcado a mano de los militares. El libro se cierra con los amigos recordando a Máximo Luján y su legado: “La prisión verde no es solo oscuridad. Máximo encendió en ella el primer hachón revolucionario. Otros cientos de hermanos se encargarán de mantenerlo enhiesto”. (Nacer en Honduras, s.f.)
Muerte de Ramón Amaya Amador
Considero que es necesario tomar en cuenta muchos aspectos importantes para poder entender la muerte de Ramón Amaya Amador en relación no solo de sus últimos años de vida, sino también ver la persecución política no solamente al margen de la muerte en su país o en el exilio en los diferentes países en los cuales pasó sino también la separación de el con su familia y por ultimo entender su muerte, la relación de el con los demás pasajeros del avión, y las conspiraciones de la persecución política que sufrían los demás sujetos en el avión puede que de una explicación al trágico final de este vuelo.
Como sabemos Ramón Amaya nació en la ciudad de Olanchito, en el departamento de Yoro. Educado en la ciudad de La Ceiba comenzó su obra y aprendizaje trabajando en unas plantaciones bananeras ubicadas en las cercanías del mar Caribe, en la costa de Honduras. En esta zona sale a la luz su primer trabajo, en 1939 y titulado La nochebuena del campeño Juan Blas, editado y publicado por la revista ANC. En 1941 comenzó una etapa como periodista, empleándose en el periódico El Atlántico de La Ceiba. Comenzó como redactor, escalando rápidamente hasta llegar a ser editor periodístico. En octubre de 1943 Ramón Amaya fundó una revista semanaria en la ciudad de Olanchito, llamada Alerta.
En 1944, escapando de persecución política, huyó buscando refugio en Guatemala, país que lo acoge por los siguientes diez años. Trabajó en el periódico Nuestro Diario y prestó colaboración en El Popular Progresista, Mediodía y Diario de Centroamérica. Tras el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz, buscó asilo en la embajada de Argentina para posteriormente migrar hacia este país, donde se radicó en la ciudad de Córdoba y trabajó para la editorial Sarmiento. Es en esta ciudad donde conoció a Regina Arminda Funes, quién sería posteriormente su esposa.
En mayo de 1957 regresó a Honduras, donde comenzó a trabajar para el periódico El Cronista y fundó la revista Vistazo en Tegucigalpa. En abril de 1959 abandona de nuevo el país junto con su esposa y sus dos hijos: Aixa Ixchel y Carlos Raúl, radicándose en Checoslovaquia. Tomó residencia en la ciudad de Praga, donde trabajó para una revista llamada Problems of Peace and Socialism hasta su muerte. Ésta ocurrió debido a un accidente de aviación acaecido en las cercanías de la ciudad de Bratislava, Eslovaquia. En septiembre de 1977 los restos de Ramón Amaya fueron repatriados y regresaron a Tegucigalpa, pero su obra continuó siendo perseguida y no fue hasta una década más tarde, en 1991, cuando finalmente se publicaron sus libros en Honduras.
Amaya Amador es uno de los más importantes escritores de Honduras. Plasmó en sus novelas los grandes conflictos de su época, así como su absoluta solidaridad e identificación con los intereses de los más pobres de su tierra. Actitud que le acarreó, tanto al escritor como a sus obras, la persecución por parte de gobiernos y empresas bananeras no sólo durante la mayor parte de su vida sino también después de muerto.
Entre sus obras de reciente publicación se encuentran: Con la Misma Herradura, Jacinta Peralta y Cuentos Completos. Sin embargo, permanecen inéditos aún más de dieciocho títulos entre los cuales se destaca Morazaneida, novela histórica en cinco tomos sobre la vida del héroe centroamericano, Francisco Morazán, escrita por Amaya Amador en 1966 pocos meses antes de su muerte. Veinticinco años después de su fallecimiento en un accidente de aviación su producción literaria fue declarada tesoro cultural nacional por el gobierno del Lic. Rafael L. Callejas. (Libertad Digital, s.f.)
El accidente
El 24 de noviembre de 1966, a las 9:38 a.m, hora de Honduras, murió Ramón Amaya Amador en un accidente de aviación en Bratistalva, Checoslovaquia.
El autor de Prisión Verde regresaba de participar en el Congreso del Partido Comunista de Bulgaria en Sofía. Tenía 50 años.
Entre los días 14 y 20 de noviembre de 1966 se llevó a cabo el IX Congreso del Partido Comunista Búlgaro. Amaya Amador viajó a Sofía (capital de Bulgaria) en representación del Partido Comunista de Honduras. Además de la participación en el Congreso, el programa del mismo incluía visitas a lugares históricos como el Mausoleo de Georgi Dimitrov el día 14 y una visita a varias fábricas en la región de Rila el 16 de noviembre.
Según la libreta de apuntes de Amaya Amador, el Congreso estuvo centrado en el respaldo al Partido Comunista de la URSS en momentos que se producía la ruptura con el Partido Comunista Chino. Los primeros oradores en el Congreso fueron Leonid Brézhnev (Secretario General del Comité Central del PCUS 1964-1982), Todor Zhivkov (Secretario General del PC de Bulgaria 1954-1989) y Nicolae Ceauşescu (Secretario General del PC Rumano 1965-1989).
El día jueves 17 de noviembre, Amaya Amador, amaneció enfermo y no pudo asistir al Congreso. Padecía de gota, una forma de artritis producida por acumulación de ácido úrico en las articulaciones.
El día viernes 18 de noviembre en horas de la mañana, Ramón Amaya Amador habló ante el pleno del IX Congreso, a nombre del PC de Honduras.
El jueves 24 de noviembre Ramón Amaya Amador tomó el vuelo LZ101 de la línea aérea Búlgara TABSO, que cubría la ruta de Sofía, vía Budapest con destino a Praga (capitales de Bulgaria, Hungría y Checoslovaquia respectivamente).[*]
El vuelo LZ101 se desvió de su ruta aterrizando en el aeropuerto de Bratislava debido al mal tiempo en Praga. Tras una espera de 5 horas los pasajeros embarcaron a las 4:10 p.m. y el avión de fabricación soviética Ilyushin II 18B despegó a las 4:28 p.m.
Unos dos minutos después de partir se estrelló a 8 kilómetros (5,0 millas) del aeropuerto en las estribaciones de los Pequeños Cárpatos, cerca del barrio de Raca en Bratislava, muriendo sus 74 pasajeros y 8 tripulantes, en el peor desastre aéreo de Eslovaquia.
El avión golpeó el suelo cubierto de nieve a una velocidad de unos 500 nudos (250 km/h) desintegrándose en 20 segundos. El combustible estalló provocando un gran incendio.
A causa de las dificultades del terreno, la oscuridad total, y el mal tiempo, los servicios de rescate llegaron una hora y media después. Más retrasos y vacilaciones fueron causadas por el temor de que el avión podría haber llevado isótopos radiactivos. La mayoría de las víctimas murieron instantáneamente debido a múltiples lesiones recibidas durante el impacto, y la mayoría tenía marcas de quemaduras graves sostenida post-mortem.
Además de Ramón Amaya Amador murieron tres compañeros de trabajo de la revista Problemas de la Paz y del Socialismo: el brasileño Pedro Motta Lima, el argentino Alberto Ferrari y el japonés Sigho Kadzito. También murieron la cantante de ópera de Bulgaria, la soprano Katia Popova y el embajador de Bulgaria en la República Democrática Alemana, el general Iván Buchvarov.
Hoy en día, una cruz de madera marca el lugar del accidente y 82 árboles de abedul (uno por cada víctima) marca la ubicación general de los restos.
La investigación fue realizada por una comisión checoslovaca luego de una disputa con una comisión búlgara. Los temores de que el avión llevaba los isótopos radiactivos se confirmó el 8 de diciembre de 1966 cuando se declaró que estaba formada por dos recipientes de plomo de acero con Yodo-131 para fines médicos. Este isótopo es, de hecho, totalmente inofensivo para la salud humana y está autorizado para su transporte en vuelos comerciales en el derecho internacional. El informe concluyó que de los hechos analizados no se pudo determinar claramente la causa del accidente. La causa más probable fue una evaluación inadecuada del terreno y el clima por parte de la tripulación.
Teoría de la conspiración Buchvarov
Uno de los investigadores del accidente nombrado por el lado búlgaro, el juez de instrucción de la Corte Suprema, Nedyu Ganchev, se suicidó durante las etapas finales de la investigación. Poco antes, había dicho a sus amigos, “no puedo hacer lo que ellos insisten en que debo hacer”. Esto llevó a algunos búlgaros a creer que el accidente pudo haber sido organizado por Todor Zhivkov para eliminar Gen Buchvarov. El tema se convirtió rápidamente en objeto de insistentes rumores en el momento. Esta idea se retomó después de la caída de Zhivkov. No se ha encontrado evidencia para confirmar o negar esto.
Bibliografía
Libertad Digital. (s.f.). Obtenido de http://libertaddigital.news/home/plasmo-en-sus-novelas-los-grandes-conflictos-de-su-epoca-asi-como-su-absoluta-solidaridad-e-identificacion-con-los-intereses-de-los-mas-pobres-de-su-tierra/
Martinez, J. R. (30 de abril de 2016). La Tribuna. Obtenido de http://www.latribuna.hn/2016/04/30/ramon-amaya-amador-vida-obra-trascendencia/
Nacer en Honduras. (s.f.). Obtenido de http://nacerenhonduras.com/2011/01/prision-verde-de-ramon-amaya-amador.html
Red Honduras. (s.f.). Obtenido de https://redhonduras.com/personajes/ramon-amaya-amador/?cn-reloaded=1
Deja una respuesta