Mexico 2009: En febrero, el predecesor a Fox (presidente de Mexico), Ernesto Zedillo, junto con ex presidentes de Colombia y Brasil, convocaron e integraron una comisión de intelectuales y líderes políticos latinoamericanos, que produjo un documento de posicionamiento – Drogas y democracia: Hacia un cambio de paradigma – que disentir cautelosamente del status quo.
«Las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y de interdicción al trafico y a la distribución, así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados», dijeron. En cambio, «la estrategia de ‘guerra a las drogas’ aplicada en los últimos treinta años en la región» había llevado a «la corrupción de los funcionarios públicos, del sistema judicial, de los gobiernos del sistema político y, en particular, de las fuerzas policiales». Era imperativo romper el «tabú» contra la critica, porque reconocer el fracaso de «las políticas prohibicionistas de Estados Unidos» era el prerequisito para adoptar «un nuevo paradigma de políticas mas seguras, eficientes y humanas», como las adoptadas por algunos países europeos, que habían cambiado el estatus de los adictos «de ser compradores en el mercado ilegal para convertirse en pacientes del sistema de salud».
Uno de los países modelo para esta estrategia era Portugal. Remontándose al programa de Salazar Viniera en el Mexico de los años treinta, para 2001 habían «discriminado» todas las drogas ilícitas. Su posesión y uso siguieron siendo ilegales, pero las violaciones se trataron como infracciones administrativas, y a los usuarios no los canalizaban a la cárcel, sino a sesiones de «disuasión», y si estaban luchando contra la narco-dependencia se les ofrecían servicios terapéuticos. Los oponentes pronosticaron consecuencias de pesadilla, como un aumento drástico en el uso de drogas, que no sucedió. En vez de eso, las patologías relacionadas con las drogas (por ejemplo, la infección de VIH por agujas) disminuyeron, en parte por medio de campañas educativas y en parte porque el miedo al arresto en la era de la criminalización había disuadido a los adictos de buscar ayuda. Los analistas lo llamaron «éxito rotundo», cuyo menor logro no era haber reducido drásticamente el peso sobre el sistema penal.
(Fuente: Carmen Boullosa y Mike Wallace, Narcohistoria, Mexico 2016, paginas 231-232)
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